Categoría: Volumen 33

Reconfiguración patriarcal de los territorios: Megaproyectos extractivos y la lucha de las mujeres en América Latina

Profundización del extractivismo y la emergencia de las organizaciones de mujeres América Latina sustituyó en los últimos años el Consenso de Washington, centrado en la aplicación de políticas de ajuste estructural y privatizaciones, por el "Consenso de las materias primas", el cual se basa en la exportación de materias primas, bajo un nuevo rol en que los Estados adoptan el rol de mediador. Este modelo ha sido aceptado por gobiernos neoliberales y también por aquellos denominados progresistas [2]. Por otro lado, en las últimas décadas, las organizaciones sociales, obreras, indígenas, feministas y campesinas que han hecho frente al neoliberalismo en América Latina, han permitido que las organizaciones de mujeres en las luchas por la defensa del territorio a estar tomando el protagonismo. Por citar algunos casos, en Centroamérica se han generado movimientos de mujeres contra las mega infraestructuras asociadas al Plan Puebla-Panamá, la explotación minera y los megaproyectos hidroeléctricos. En Guatemala fue emblemática la lucha de las mujeres Xinka contra la minería en la montaña de Xalapán. En el caso mexicano, las mujeres del Ejército Zapatista de Liberación Nacional tienen un creciente y constante protagonismo político. En Ecuador, las mujeres indígenas de la Amazonía enfrentan desde ya hace unos años a la explotación petrolera, de esta manera construyen, dentro de la lucha por la defensa del territorio misma, lazos con articulaciones inter-étnicas centradas en frenar el avance de estos proyectos. En Perú, las mujeres de Cajamarca se unen la lucha contra la minería y el patriarcado. En Bolivia, la Red Nacional de Mujeres en Defensa de la Madre Tierra ha alzado su voz contra el extractivismo minero. En Uruguay, las organizaciones de mujeres se están levantando contra el modelo soyero industrial que lleva al despojo de tierras y el empobrecimiento. Comprender las raíces de la resistencia de las mujeres en la defensa del territorio nos remite a la siguiente pregunta: ¿cómo se relaciona el ascenso de los megaproyectos extractivos del nuevo ciclo del capital con la profundización del sistema patriarcal? Caminos colectivos desde América Latina En los últimos años se han registrado en América Latina numerosos encuentros de mujeres frente al extractivismo. Estos encuentros han permitido un intercambio de saberes entre mujeres de diferentes etnias, clases sociales, urbanas y rurales. De estos intercambios emerge la denuncia de que las actividades extractivas están asociadas a la masculinización del espacio y de las tomas de decisión. Las mujeres también denuncian el incremento de la violencia machista, la rearticulación de los roles de género y el refuerzo de los estereotipos sexistas, donde predomina la figura del hombre proveedor y de la mujer dependiente [3]. El feminismo comunitario en Guatemala propone el concepto “territorio cuerpo-tierra’’ para comprender la relación entre extractivismo y violencias patriarcales [4]. Analizar los conflictos socio ecológicos desde esta perspectiva nos permite no solo visibilizar los impactos diferenciados de los megaproyectos sobre hombres y mujeres, sino también comprender que las actividades extractivas están asociadas a un proceso de reconfiguración patriarcal de los territorios. Nos referimos aquí a los ‘’territorios’’ no solo como espacios biofísicos y geográficos, sino también como espacios de vida sociales y corporales. En otras palabras, el extractivismo conforma en los territorios un nuevo orden patriarcal que confluye, se enraíza, se profundiza y reactualiza la existencia de las relaciones machistas previas. Las cinco dimensiones de la Repatriarcalización de los territorios Dimensión política: tomas de decisiones masculinizadas Cuando se trata de viabilizar proyectos extractivos, quienes toman las decisiones que afectan a las vidas de las comunidades y sus territorios son sujetos blancos, burgueses, varón, adultos, heterosexuales, con una funcionalidad normativa [5]. Además, cuando empresas o Estados llegan a los territorios para persuadir o imponer la opción extractiva, establecen estrategias de relacionamiento individual para debilitar la negociación colectiva de las comunidades. Las empresas fomentan una interlocución exclusivamente masculina, ya sea con dirigentes locales quienes comparten las ideas de estas empresas o con los hombres de la comunidad en calidad de cabezas de familia. Entonces, las mujeres son excluidas de las tomas de decisión respecto a cuestiones que afectan su territorio y sus vidas [6]. El extractivismo, por lo tanto, favorece la reconfiguración de espacios de interlocución y tomas de decisión masculinizados, que se superponen a estructuras políticas patriarcales previas. Así, uno de los factores que motivan los procesos de movilización y organización política de las mujeres frente a los proyectos extractivos es precisamente su exclusión histórica de los espacios de decisión, y la cooptación de las dirigencias masculinas a la lógica extractiva [7]. Dimensión ecológica: ruptura de los ciclos de reproducción de la vida Las actividades extractivas suponen un quiebre de los ciclos de reproducción de la vida: los ríos se contaminan, los suelos dejan de producir, la deforestación aleja a los animales, etc. El aprovisionamiento alimentario de las comunidades a través de sus actividades tradicionales como la caza, la pesca y los cultivos se ven gravemente alterados. Recae sobre las mujeres encontrar soluciones a las crecientes dificultades para acceder a fuentes de agua o garantizar la alimentación familiar. Asimismo, el incremento de enfermedades y el deterioro de la salud colectiva como consecuencia de la contaminación provoca una necesidad creciente de cuidados al interior de las comunidades, cuya responsabilidad recae exclusivamente sobre las mujeres [8]. Estas dinámicas implican una sobrecarga de trabajo y cuidados que asumen las mujeres, así como un incremento del estrés y de la ansiedad. En efecto, la dificultad creciente de enfrentar las responsabilidades de reproducción social recae sobre ellas de forma invisibilizada [9]. Podemos afirmar entonces que la acumulación extractivista es estructuralmente dependiente de la apropiación del trabajo gratuito, oculto e infravalorado realizado por las mujeres, tanto como de la apropiación de la naturaleza. Dimensión económica: conformación de estructuras laborales patriarcales La penetración de las dinámicas extractivas en las comunidades conlleva a una reorganización de la economía local alrededor de la presencia central de la empresa [10]. Este hecho, además de generar un profundo reordenamiento de las economías comunitarias de autosuficiencia hacia una economía asalariada, provoca también grandes transformaciones en las relaciones de género. Cuando penetran las empresas y las comunidades son despojadas de los bienes comunes que garantizaban su aprovisionamiento material de forma autónoma –bien porque son desalojadas y desplazadas, o por la contaminación– el salario de la empresa se convierte en un poderoso instrumento de dependencia. El empleo que traen las actividades extractivas está fuertemente asociado al trabajo masculino y es portador de nuevas relaciones sociales desigualadas. Las mujeres, al quedar excluidas del empleo y del acceso a bienes naturales, pierden autonomía y se sitúan en un lugar de subordinación respecto al salario de sus maridos. En esta nueva estructura laboral se afianza la figura del varón proveedor y la mujer económicamente dependiente del salario masculino [11]. El extractivismo, mediante una economía asalariada altamente masculinizada, afianza las diferencias estructurales entre hombres y mujeres al interior de la comunidad. Dimensión cultural: profundización de representaciones y estereotipos sexistas La llegada masiva de trabajadores varones ajenos a las comunidades que precisan los proyectos extractivos, junto con los procesos de militarización del territorio por parte de fuerzas de seguridad públicas y privadas genera una masculinización del territorio. Para las mujeres esto acarrea también nuevos sentimientos de miedo e inseguridad, provocando el cerco social, que confina a las mujeres al espacio privado-doméstico [12]. Los cambios en las formas de ocio y en la ocupación de los espacios públicos implican entre otros, la apertura de cantinas para los obreros. De esta manera, se conforman espacios en los cuales los hombres monopolizan lugares de recreación y definen nuevas relaciones de poder que se afianzan en jerarquías de género previas. La implantación de las actividades extractivas privilegia así la conformación de sujetos que refuerzan los estereotipos de masculinidad hegemónica, en los cuales el polo masculino esta siempre ligado a la dominación y el control, mientras lo femenino se asocia a la idea de mujer dependiente, objeto de control y abuso sexual [13]. En este contexto, se construye también un imaginario de la “mala mujer” para quienes tratan de trasgredir la normatividad impuesta, como sucede con las defensoras del territorio y la naturaleza [14]. Dimensión corporal: control social y violencia machista Las dinámicas extractivistas imponen una disciplina y un control de cuerpos en los territorios, donde los hombres manifiestan un fuerte sentimiento de apropiación sobre las mujeres y de sus cuerpos, sexualizados y racializados. Las nuevas formas de ocio introducidas como consecuencia de las actividades extractivas imponen la aparición de prostíbulos en los territorios de las comunidades, que en numerosas ocasiones están asociados a procesos de trata de mujeres con fines de explotación sexual. Existe así, una fuerte relación entre extractivismo y el trabajo sexual, muchas veces forzado. La prostitución es vista como una actividad que, en los contextos extractivos, facilita la acumulación de capital, ya que sirve de canalización del estrés de la fuerza de trabajo masculina [15]. En definitiva, la violencia, el acoso sexual y el control social de los cuerpos de las mujeres forman parte de imaginarios patriarcales que se potencian con la implementación de las actividades extractivas. La naturaleza tanto como los cuerpos, en particular, los femeninos, aparecen dentro de este imaginario como objeto apropiable y sacrificable para ser puesto al servicio de la acumulación de capital. Imagen 1: Marcha de mujeres amazónicas, Ecuador 2013. Autoría: Miriam García-Torres.
Notes [1] Este artículo fue escrito por Miriam García-Torres, Eva Vázquez, Delmy Tania Cru y Manuel Bayón. El artículo se publicó primero en español en la revista Ecología Política en diciembre de 2017, bajo el título «(Re)patriarcalización de los territorios. La lucha de las mujeres y los megaproyectos extractivos»:  http://www.ecologiapolitica.info/?p=10169 [2] Svampa, Maristella (2013). «Consenso de los Commodities» y lenguajes de valoración en América Latina. http://nuso.org/articulo/consenso-de-los-commodities-y-lenguajes-de-valoracion-en-america-latina/ [3] Fundación Rosa Luxemburg (2013). Memoria del Encuentro Regional de Mujeres y Feminismos Populares. Del 4 al 6 de junio de 2013. www.rosalux.org.ec [4] Cabnal, Lorena (2010). "Acercamiento a la construcción de la propuesta de pensamiento epistémico de las mujeres indígenas feministas comunitarias de Abya Yala". En Feminismos diversos: el feminismo comunitario, ACSUR-Las Segovias, p.11-25. [5] Pérez Orozco, Amaia (2014). Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida. Madrid: Traficantes de Sueños. [6] Colectivo de Investigación y Acción Psicosocial (2017). La Herida abierta del Cóndor: Vulneración de derechos, impactos socioecológicos y afectaciones psicosociales provocados por la empresa minera china EcuaCorriente S.A. y el Estado ecuatoriano en el proyecto Mirador. Quito. https://investigacionpsicosocial.files.wordpress.com/2017/02/herida-abierta-del-cc3b3ndor.pdf [7] García-Torres, Miriam (2017). Petróleo, ecología política y feminismo. Una lectura sobre la articulación de Mujeres Amazónicas frente al extractivismo petrolero en la provincia de Pastaza, Ecuador. Tesis de Mémoire de maestría. Quito: FLACSO-Ecuador. [8] Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo (2014). Op. Cit. [9] Colectivo de Investigación y Acción Psicosocial (2017). Op. Cit. [10] Fundación Rosa Luxemburg (2013). Op. Cit. [11] Himley, Matthew (2011). "El género y la edad frente a las reconfiguraciones en los medios de subsistencia originadas por la minería en el Perú", Apuntes XXXVIII (68), p.7-35. [12] Federici, Silvia (2010). Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Buenos Aires : Tinta Limón Ediciones. [13] Fundación Rosa Luxemburg (2013). Op. Cit. [14] Garcia-Torres (2017). Op. Cit. [15] Laite, Julia Ann (2009). "Historical perspectives on industrial development, mining, and prostitution", The Historical Journal, no. 52 (3), p.739-761.abc

¿Territorio internet? Espacios, afectividades y comunidades

La sociedad actual tiene un fuerte componente de manejo de información y  tecnologías basado en infraestructuras informáticas materiales. La ‘‘nube” también es materia a pesar de que suela interpretársele como computadora de alguien más, pero en otro lugar del mundo. Y aunque la percepción generalizada sobre la tecnología considera que su impacto medioambiental es escaso, en realidad, esta consume minerales, plásticos y mucha energía [1]. Bajo el sistema capitalista actual, la explotación de estos materiales se produce a gran escala y tiene implicaciones que la hacen insostenible a largo plazo: esta legaliza el despojo territorial y patrimonial de los lugares donde se asienta; favorece la desarticulación de los tejidos comunitarios locales; contamina el agua, la tierra, el aire y provoca enfermedades. Bajo este modelo, las violaciones de los derechos humanos son constantes y sistemáticas. Observando el largo proceso de producción, podemos ver el impacto del consumo tecnológico tanto al final de la línea (el ejemplo más conocido es el basurero electronico de Ghana), como en el medio [2]. En cuanto al uso, se dice que “la industria de las TIC (tecnologías de información y de comunicación) consume el 7% de toda la energía eléctrica generada a nivel mundial” [3]. La mayor  parte de este porcentaje (o séa entre el 82% y el 84%) representa el consumido por las y los usuarixs finales. Nuestras cadenas de mensajes, redes sociales, fotos de gatitos no son inmateriales. A pesar de que los daños materiales causados por las TIC sean de más en más preocupantes, este articulo se enfoca en otras dimensiones de las relaciones de poder dentro de la sociedad de la información. Proponemos un acercamiento a Internet como un espacio territorial, social y de creación, abordando así el vinculo entre territorio y los retos enlazados a la resistencia como a temas afectivos, desde una perspectiva “hackfeminista”. La dimensión afectiva: cuando el cariño en Red tiene un precio Escribo sobre este tema mirando la pantalla de mi computadora mientras reviso los mensajes que van llegando… ¿Para qué nos conectamos? ¿Qué hacemos cuando deambulamos por internet? ¿A qué espacios estamos accediendo? Cuando nos preguntamos por qué “estamos” en las redes sociales comerciales o por qué usamos al gran oráculo de las búsquedas, solemos respondernos: “Ahí está todo el mundo”. Otras respuestas suelen tener relación con la falta de conocimiento de otros espacios donde realizar las mismas actividades. Sin embargo, si miramos de cerca a esas redes sociales comerciales, en particular las de Zuckerberg (dueño de Facebook, Instagram, Whatsapp), la respuesta estaría relacionada a cómo estas se interesan en nuestra necesidad de conexión y de comunicación para posteriormente usarla para explotarnos “silenciosamente”. Hace unos meses, quien fue trabajador de alto cargo de Facebook, más bien un “arrepentido’’, contaba que para lograr que consumamos tanto de nuestro tiempo y atención consciente a las redes sociales, bastaba con darnos ciertas dosis de “dopamina” mediante el “me gusta” y los comentarios. Y eso te va a llevar a compartir más contenido… Los inventores, los creadores – o séa yo, Mark [Zuckerberg] y Kevin Systrom en Instagram – lo entendimos conscientemente” [4]. Ellos decidieron que para “echar a andar’’ un negocio millonario, explotarían una vulnerabilidad de la psicología humana que propicia la dependencia a sus plataformas “sociales”. Somos seres sociales y las redes los saben. Son espacios “digitales” diseñados para propiciar nuestras ganas de interactuar. Espacios de debate, compartir y ‘apapachar’, las redes están diseñadas para que las personas (como también grupos y/o instituciones) puedan comunicarse entre sí. Sin embargo, en las redes sociales más usadas (Facebook, Instagram, Twitter) la mediación se da a través de burbujas de filtro [5], es decir, algoritmos que deciden qué vemos y qué no vemos según criterios que imponen las propias empresas y a los cuales las personas usuarias no tenemos acceso. Nuestros datos personales y nuestra navegación es transparente para ellos y recorre los caminos de sus infraestructuras hasta sus centros de datos manejados con algoritmos opacos que se niegan a compartir con nosotros. Mientras, nos dicen que “la privacidad ya no existe” y que no debemos preocuparnos si “no tenemos nada que ocultar”. Y eso es justo lo que debería suceder: porque no tenemos nada que esconder nadie debería estar hurgando constantemente en nuestras cosas. Hay muchos motivos por los cuales podemos elegir enmascarar nuestras identidades digitales. Para las mujeres y personas no binarias, esa elección tiene que ver con violencia digital presente a diario en las redes sociales. Se multiplican discursos de odio, hostigamiento, discriminación, publicación de información e imágenes íntimas sin el consentimiento de las personas protagonistas. Es una violencia “real” que trae consecuencias en la vida de las personas tanto a nivel físico como emocional, e “impacta la toma de decisiones sobre situaciones cotidianas, como su forma de vestir y la decisión de salir o no de sus casas” [6]. Pero Internet va más allá de las redes sociales. Es incluso el lugar donde no pretendemos ‘socializar’, sino indagar, buscar, viajar, etc.; navegamos en lugares donde debemos aceptar el peligro de exponer nuestra privacidad a más burbujas de filtros. Se suele decir que si el servicio es gratis, el producto eres tú. Sabemos que en el capitalismo nada es gratis, pero creemos plenamente que las plataformas comerciales no tienen costo para las y los usuarixs. El costo son nuestros datos e interacciones. Alguien dijo alguna vez que necesitamos aprender a usar las tecnologías tanto como hemos aprendido a leer y escribir [8]. Defender internet como territorio implica generar sociabilidades conscientes y críticas. Defender Internet como territorio, nos ayuda a tomar decisiones. Seguir usando la red, pero de forma beneficiosa, amorosa, compartida, sin seguir únicamente las “reglas” impuestas por plataformas que no nos representan. Defender Internet es sumarnos a los grupos de “escritores digitales competentes que puedan estar a la altura de las difíciles circunstancias que presumiblemente nos tocará vivir” [9]. A las afueras de la caja… de Facebook Sonrío cada vez que alguien pide mi nombre para buscarme en “redes sociales” (el plural es inútil, porque generalmente siempre solo se refieren al Facebook).  Ante mi respuesta negativa, optan por preguntar mi numero de teléfono para encontrarme en “WhatsApp”. Pero cuando negó por segunda vez sacudimiento mi cabeza, el interrogatorio toma generalmente fin, y me preguntan: “¿Qué tu no trabajas con tecnología?’’. Comencé a usar Facebook en 2011. Las motivaciones fueron más bien excusas, y quizás por eso no era del todo localizable por ese medio, pero ahí estaba. Las idas y venidas por los caminos de las tecnologías críticas (en un plural que implica experimentar en diversos estadios, softwares y plataformas tecnológicas) hicieron que me alejara cada vez más de ella. Hasta que finalmente sucedió: decidí cerrar mi cuenta definitivamente al inicio del año 2018. El “escándalo” de Cambridge Analytics me agarró ya fuera de esta red social de la cual llevaba meses borrando sistemáticamente mi perfil con el fin de poder cerrarlo. El proceso fue lento y complejo incluso para una persona como yo que “casi no publicaba”. La red social no quiere que la abandones: sin ti y el contenido que generas, sería una plataforma vacía. Internet no olvida. Facebook no me ha olvidado. En algunos de los muchos servidores que tiene desparramados por el mundo, donde replica varias veces la información de cada uno de sus usuarixs, debo estar yo, en algún “perfil sombra” almacenado a la espera de ser comercializado nuevamente. Un “shadow profile” es un archivo oculto de los datos obtenidos a través de la información recopilada y entregada voluntaria e involuntariamente a través de nuestras publicaciones, interacciones, amistades, dispositivos, etcétera, para establecer patrones de uso [9]. Esas tecnologías no están pensadas para que podamos jugar con ellas, aprender de ellas, construir con ellas. Sus reglas nos son impuestas y usan todos sus recursos con el fin de saber todo lo que decimos. TO-DO. Facebook no quiere que te vayas porque sin ti (literalmente) no vale nada. Fui yo quien decidió acabar con esa relación tóxica y salir a jugar. La dimensión de las resistencias. Hacer red desde el hackfeminismo Muchos son los contextos en los que transitamos las rutas de internet, cientos de veces al día.  Para aquellas personas que ven este espacio como un territorio independiente (y no solo como un medio de comunicación), internet también es un espacio público y político. Para un grupo más reducido de personas, la dimensión  política significa crear una red dentro de la redo, habitar internet y construirlo como un espacio “revoltoso”. El acceso continúa siendo uno de los principales problemas relacionado con Internet hoy en día. Sin embargo, el acceso no se limita únicamente a tener conexión; hay grandes desigualdades que se dan apenas ingresamos a internet tales como las fallas de seguridad, las brechas de uso, la apropiación ilícita, la transformación y la concretización de sueños a través de internet que son quizás mucho más grandes que las de la propia conexión. Para habitar internet es necesario conocerlo, saber sobre sus potencias y complicaciones, permitirnos maravillarnos por las herramientas diversas que podemos conocer, las prácticas que podemos generar, las personas detrás de la pantalla, y lo que hacen y deshacen más allá de las redes comerciales que se muestran pomposas. En el marco del Primer Congreso Feminista de Chiapas realizado en noviembre de 2016, la filósofa feminista Silvia Gil fue convocada a comentar algunas de las aportaciones que los feminismos pueden hacernos a la hora de [re]pensar las crisis sistémicas. Habló de la necesidad de encontrar formas de politización que toquen la vida y sacudan nuestros cuerpos; de imaginar nuevos sentidos para proponernos respuestas a las crisis, y de buscar formas políticas que no den la espalda a los cuidados, a la interdependencia de los cuerpos. Escuchándola, y pensando en las diversas dimensiones que conforman internet, lo vi bajo una nueva perspectiva: como territorio a habitar. Escobar define “territorio” como un espacio construido por las interacciones sociales de quienes lo habitan, desde organizaciones sociales y colectivos [10]. En este campo los feminismos también tienen mucho que aportar. Hay que politizar los procesos con formas y formatos imaginativos, par crear nuevos sentidos y narrativas. Decía Gil que “para vivir necesitamos sostenernos cotidianamente con trabajos materiales e inmateriales (afectos, deseos, etc) que hacen posible la vida (…) No podemos aceptar una política que dé la espalda al problema del cuidado, a la interdependencia de los cuerpos, a la vulnerabilidad de la vida” [11]. En este sentido, tener una mirada crítica sobre las tecnologías que usamos a diario es un aporte casi revolucionario en un contexto en el que las grandes empresas que proveen servicios se muestran tales y como son : servicios únicos e indispensables sin los cuales no existiría la Red. Lo cierto es que en gran medida internet tal y como lo conocemos tiene una fuerte dependencia de grandes infraestructuras y capitales. Sin embargo, son muchos los proyectos que cada vez más se levantan para poner en cuestión esa máxima y aportar a reconstruir un ecosistema de internet más diversificado. Existen redes de telecomunicaciones comunitarias como GuifiNet en el Estado Español, Rizhomatica en México o NetWork Bogotá en Colombia; servidores autónomos en producción donde se puede alojar nuestros contenidos y crear formas de trabajo “sanas y cercanas”, como las cooperativas tecnológicas MayFirst o Kéfir; redes sociales decentralizadas como Mastodon y Diáspora nos permiten organizarnos, interactuar, reconocernos, encontrarnos. “Habitar’’ las tecnologías hoy es mucho más que acceder a plataformas comerciales: existen ya opciones múltiples que nos permiten gestionar los recursos de nuestras computadoras libremente, resolver nuestras necesidades de búsqueda de información sin ser rastreadas, colaborar y almacenar información en bibliotecas digitales creadas para sumar al bien común [12]. Podemos dar los primeros pasos cuestionando los sistemas de comunicación actuales, aprendiendo su funcionamiento, sus opciones y propuestas. Debemos reconciliarnos con el hecho de que los pasitos digitales que damos sí son importantes. Las imágenes que compartimos, los lugares físicos que transitamos, las búsquedas que realizamos, y las cosas que nos gustan son la fuente de mercantilización actual de las plataformas comerciales. Ellas entendieron a la perfección que la información que brindamos tiene valor. Y como en el capitalismo valor significa dinero, nos monetizan, nos venden al mejor postor de la publicidad comercial o política, total “no tenemos nada que ocultar” [13]. ¿Cómo ser antisistema en medio de tecnologías de comunicación eminentemente sistémicas? Si logramos mirar más allá del brillo tecnológico con el que las multinacionales tecnológicas pretenden deslumbrarnos, podemos comenzar a ver la red de interdependencia que subyace al desarrollo tecnológico. Y ese es el principio de poder construir tecnologías más justas, cercanas, propias y afectivas que resuelvan problemas reales. Gracias a nuestra inteligencia colectiva, tenemos la capacidad radical de construir cada aspecto de nuestras vidas con términos propios, con otros imaginarios y potencialidades; “si iniciamos por cuestionar la concepción misma de tecnología y la despojamos de su supuesta neutralidad y objetividad, podemos encontrar un camino para darnos cuenta de cómo la tecnología se convierte en una forma cultural de ser y de relacionarse con el mundo; así descubrimos  cuáles son las relaciones de poder que son parte de las redes y de los discursos sociales" [14]. Dado el primer paso del cuestionamiento, llega la potencia que bien conocemos desde lxs feministxs, la de aprender con otras personas y compartir conocimiento. Podemos defender internet como territorio que habitamos, y que podemos transformar. No se trata solo de “estar’’ allí, sino de hacerlo desde la complejidad de cuestionar sus entrañas y gozar los espacios digitales con colegas cómplices con lxs que aprendamos, discutamos y nos “encontremos” desde el escuchar. Las propuestas hackfeministas actuales parten desde allí. Para mí, la apropiación tecnológica, o mejor aún, la adopción de la tecnología, es ante todo feminista. No decidirán sobre nuestros cuerpos, tampoco sobre nuestros seres, redes sociales y espacios digitales que habitamos. Para poder transformar las relaciones de poder actuales dentro de los espacios digitales, necesitamos permitirnos “deconstruir” nuestra relación con las tecnologías, permitirnos tener “habitaciones digitales propias”, encontrarnos con otras en aquelarres tecno feministas con quienes compartir nuestras experiencias afectivas, de lucha y de satisfacción, permitirnos jugar, aprender, romper y equivocarnos. Y seguir haciendo desde fuera-de-la-caja.  
Notas  [1] Revista Chasqui. “La cara oculta de la sociedad de la información: el impacto medioambiental de la producción, el consumo y los residuos tecnológicos”, dirección URL: http://www.revistachasqui.org/index.php/chasqui/article/view/3321/2975 (página consultada en septiembre de 2018). [2] Para la fabricación de cada smartphone se utilizan más de 200 minerales, 80 elementos químicos, y más de 300 aleaciones y variedades de plástico. Los minerales metálicos más utilizados son: cobre, estaño, cobalto, níquel, coltán, oro y plata. Muchos de ellos son llamados ‘minerales de sangre’ y su extracción se realiza en mayor medida en territorios del Sur Global donde no solo hay disponibilidad de ellos sino condiciones ‘favorables’: escasas exigencias de seguridad, permisos ambientales laxos, permisividad de trabajo infantil, presencia de grupos armados ‘legales’ a los capitales, etc. Las condiciones laborales en toda esta cadena de producción (extracción, fabricación, ensamblaje, transportación, venta) no son, ni mucho menos, diferentes a las de cualquier maquila. Incluyendo el hecho de que son las mujeres quienes sufren las consecuencias con más frecuencia. [3] Idem [4] Genbeta. “Sean Parker, primer presidente de Facebook: la red social explota una "vulnerabilidad" humana”, dirección URL: https://www.genbeta.com/redes-sociales-y-comunidades/sean-parker-primer-presidente-de-facebook-la-red-social-explota-una-vulnerabilidad-humana (página consultada en septiembre de 2018). [5] TED Talks. “Eli Pariser: Beware online “filter bubbles””, dirección URL: https://www.ted.com/talks/eli_pariser_beware_online_filter_bubbles (página consultada en septiembre de 2018). [6] Internet es Nuestra MX. “#FalsaProtección Cuatro errores que se deben evitar al combatir la violencia en línea”, dirección URL: http://internetesnuestra.mx/post/158075258118/falsaproteccio-n-cuatro-errores-que-se-deben (página consultada en septiembre de 2018). [7] Sursiendo, Comunicación y Cultura Digital. «Software libre más allá de la libertad», dirección URL: https://sursiendo.com/blog/2014/06/software-libre-mas-alla-de-la-libertad/ (página consultada en septiembre de 2018). [8] CCCB Lab, Investigación e Innovación en Cultura. “Una revolución educativa”, dirección URL: http://lab.cccb.org/es/una-revolucion-educativa/ (página consultada en septiembre de 2018). [9] Radio Canadá Internacional. “Perfiles sombra de Facebook y como la red social te sigue hasta cuando has borrado tu cuenta”, dirección URL: http://www.rcinet.ca/es/2018/04/14/perfiles-sombra-de-facebook-y-como-la-red-social-te-sigue-hasta-cuando-has-borrado-tu-cuenta/ (página consultada en septiembre de 2018).; Genbeta, “Una prueba demuestra que Facebook comparte tu "perfil sombra" con anunciantes”, dirección URL: https://www.genbeta.com/redes-sociales-y-comunidades/prueba-demuestra-que-facebook-comparte-tu-perfil-sombra-anunciantes (página consultada en septiembre de 2018). [10] Escobar, Arturo (2010). Territorios de diferencia. Lugar movimientos vida redes. Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill: Envión Ediciones. [11] Silvia Gil, plática en la librería La Cosecha en el marco del Primer Congreso Feminista de Chiapas. [12] Respectivamente : https://duckduckgo.com/, https://nextcloud.com/ y https://archive.org/ ; ver también Sursiendo, Comunicación y Cultura Digital. “¿Listas para decidir?: ¡el software libre es para vos!”, dirección URL: https://sursiendo.com/blog/2016/05/lista-para-decidir-el-software-libre-es-para-vos/ (página consultada en septiembre de 2018). [13] Denken Über. “Facebook y Cambridge Analytica: sólo un síntoma de un problema más grande”, dirección URL: http://www.uberbin.net/archivos/derechos/facebook-y-cambridge-analytica-solo-un-sintoma-de-un-problema-mas-grande.php ; Jérémie Zimmermann et la Parisienne Libérée. “Rien à cacher”, dirección URL: https://www.hooktube.com/watch?v=rEwf4sDgxHo&feature=youtu.be (página consultada en septiembre de 2018). [14] Andrade-Sastoque, Ernesto y Jiménez Becerra, Javier A. “Trayectoria socio-técnica de las relaciones entre extractivismo y desarrollo sostenible: el caso de la Colosa en Colombia”, direccion URL: http://www.elsalmon.co/2017/04/trayectoria-socio-tecnica-de-las.html (página consultada en septiembre de 2018).  abc

Relatos transformadores. Mujeres, territorios y comunicación: una apuesta de La Sandía Digital

En México, al igual que en el resto de América Latina, se luchan cientos de batallas frente al extractivismo. Proyectos mineros, eólicos, de fracking y de represas, entre muchos otros, atentan contra el derecho que tienen las comunidades campesinas e indígenas a la autodeterminación y a decidir qué tipo de desarrollo quieren. Muchas de estas batallas son lideradas por mujeres, quienes juegan un papel clave en la defensa del territorio.  Desde la organización de actividades de difusión y educación para alertar sobre los impactos del extractivismo, hasta las actividades de movilización (marchas, protestas, bloqueos de accesos a minas, presas, centrales o caminos) y de liderazgo. Sin embargo, las mujeres que hacen defensa de los territorios, se enfrentan a dificultades particulares, como el no contar con la titularidad de la tierra. Apenas un 19% de las mujeres rurales en México son dueñas de la tierra; esto impide su inclusión de manera plena en la vida comunitaria, principalmente en la toma de decisiones, además de no ser consultadas por los promotores de los proyectos extractivistas. Entre las diversas estrategias que las mujeres utilizan para la defensa de su territorio se encuentra la comunicación, que ha servido para hacer la difusión de hechos y situaciones que vulneran sus derechos humanos individuales y colectivos. La Sandía digital es una colectiva formada en México por mujeres que, desde la producción audiovisual, el cine, medios libres, artes plásticas y la comunicación comunitaria, apuesta a la transformación de la realidad. La intención de este texto es  hablar de los retos a los que nos enfrentamos las mujeres tanto en la defensa de la tierra como en los procesos de comunicación, y a partir de las experiencias de la Sandía Digital,  abrir espacios para contar otras historias, con lo cual  queremos transformar el mundo. Las mujeres y la comunicación: falta de acceso y pobre representación El derecho a la comunicación se encuentra establecido en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Este expresa que “Toda persona tiene derecho a expresarse, a ser escuchada, a ser reconocida, a ser proyectada con dignidad, a recibir información con base en la transparencia, la diversidad, la participación y la justicia social y económica” [1]. En México, existe una alta concentración de los medios de comunicación en pocas manos. En el informe Mom México “¿Quién Mueve los Hilos de los Medios?” se menciona que 11 familias poseen la mayoría de los medios de comunicación más influyentes, que acaparan el mayor porcentaje de audiencias y que reciben la mitad del presupuesto de publicidad oficial [2]. Una investigación realizada por Aimée Vega Montiel no solo confirma la concentración por pocos actores, y muestra además que estos son principalmente hombres, de esta manera subsisten condiciones de desigualdad y de marginación en el acceso de las mujeres a los medios de comunicaciones como propietarias, directoras y tomadoras de decisiones [3]. El Proyecto de supervisión de los medios de difusión a nivel mundial (GMMP), en su informe del 2015, menciona que solo el 24 % de las personas entrevistadas, escuchadas, vistas o sobre las que se ha escrito en los medios de comunicación escritos y audiovisuales son mujeres. Mientras que el 76 % son hombres. En noticias que abordan política y gobierno,  las mujeres están representadas con  solo un 16% de las personas que aparecen en las notas y únicamente 4% de las notas informativas cuestionan los estereotipos de género [4]. Los medios masivos de comunicación contribuyen a reforzar la visión estereotipada de las mujeres en la sociedad, manejando discursos en programas, series y comerciales donde se refleja a las mujeres en sus papeles de madres y esposas, como objetos sexuales y como víctimas. Las mujeres somos noticia cuando nos matan (y siempre es nuestra culpa). Si las mujeres en general son vistas de esa manera, ¿qué será de las mujeres campesinas e indígenas que están defendiendo el territorio, que no cumplen con los criterios (blanca, rubia, delgada, de clase alta) que imponen los medios masivos? Ellas son invisibilizadas y criminalizadas, a cuenta de los estereotipos machistas, clasistas y racistas que la televisión difunde. Para Vega Montiel, una de las instituciones centrales que permitirían a las mujeres realizar derechos esenciales como la libertad, la equidad, la igualdad, la inclusión y la participación en el espacio público, son precisamente los medios de comunicación [5]. En este sentido, referirse a su derecho humano a comunicar implica no sólo promover una representación adecuada de las mujeres y de su poder como agentes sociales en los contenidos,  sino también reconocer e impulsar su plena participación en las industrias de comunicación como propietarias, directoras y creadoras. Por lo tanto, vemos como existe un paralelo entre la propiedad de la tierra y la propiedad de la palabra, donde las mujeres en defensa de la tierra y las mujeres que ejercen su derecho a la comunicación no sólo denuncian los proyectos extractivistas en su territorio o la cooptación de los espacios de comunicación, sino también cuestionan los roles pre establecidos de las mujeres y la necesidad de asumir roles protagónicos. En este marco la Sandía Digital apuesta a que más mujeres estén detrás y delante del lente. El rodar de la Sandía La Sandía Digital nace en el 2011, con la intención de ser una colectiva conformada por mujeres. Desde su inicio la Sandía ha buscado la visibilización de las luchas y propuestas de colectivos, movimientos y comunidades alejadas del debate público, en particular sobre cuestiones de desarrollo, equidad de género, defensa del territorio y bienes comunes, y derechos humanos. La colectiva ofrece acompañamiento, formación y producción – principalmente de forma participativa – con grupos de mujeres, comunidades rurales e indígenas y movimientos sociales, documentando y difundiendo sus luchas y realidades a través de producciones audiovisuales para la incidencia. En este camino recorrido, la Sandía Digital ha estado en los estados de Guerrero, Morelos, Michoacán, San Luis Potosi, Oaxaca y en la Ciudad de México, con movimientos como el Cecop, Cherán, Frente Wirikuta, Amilcingo, así como con organizaciones tales Telar de raíces, Copevi, HIC-AL, WITNESS, Tlachinollan y Ojo de agua. Desde marzo del 2018, la Sandía también ha estado realizando un diagnóstico sobre el papel de la comunicación en las luchas socioambientales en México, con el objetivo de alimentar una reflexión colectiva y crítica sobre las narrativas en torno al desarrollo, al progreso, así como de las herramientas y estrategias de comunicación que se están usando para la defensa del territorio. Entre otras de las experiencias de la Sandía en su apuesta con el trabajo de las mujeres ha sido Voces de Mujeres, un laboratorio de apropiación de herramientas, audiovisuales y digitales para la producción de otras narrativas. Este proyecto busca hacer visible el rol transformador de las mujeres en sus comunidades, siendo protagonistas y produciendo sus propias historias. También busca cambiar la forma en la que las mujeres estamos siendo representadas en los medios de comunicación. Para ello, se realiza una caravana de laboratorios audiovisuales al interior de la república, donde se comparten herramientas de foto, radio, video, audio y textos. El proyecto se ha realizado gracias a la confluencia de diversas colectivas:  Luchadoras TV,  Social TIC, Subversiones y  WITNESS. 41 mujeres de 14 estados han participado en las dos ediciones de la caravana, en 2015 y 2017. Con su propia voz “En un mundo lleno de relatos que no representan las diferencias, nuestras historias existen” - Voces de mujeres, 2017 La comunicación es esencial hoy en un mundo lleno de mentiras y desinformación, ya que tiene un gran potencial para poder contar nuestras historias. Se vuelve imprescindible frente   a la amenaza que constituye “el peligro de una sola historia”, para retomar las palabras de la escritora nigeriana Chimamanda Adichie. Chimamanda nos advierte que hablar de una sola historia nos hace vulnerables e influenciables: “Necesitamos ver historias donde nos identifiquemos, donde narremos nuestros miedos pero también nuestros sueños y esperanzas. Contar nuestras historias nos permite encontrarnos en los ojos de otras y otros”. Enfatiza que “las historias se han usado para despojar y calumniar, pero las historias también pueden dar poder y humanizar. Las historias pueden quebrar la dignidad de un pueblo, pero también pueden reparar esa dignidad rota”[6]. El audiovisual es ventana y espejo, y desde la Sandía Digital se camina para estar enfrente y detrás de la cámara, contando nuestras historias, esas que nos han querido negar por decenas de años. En este sentido, el trabajo de la Sandía Digital se enfrenta a dos grandes desafíos:
  • Ser productoras / realizadoras en un mundo (el audiovisual) donde todavía la gran mayoría son hombres
  • Producir materiales que nos representen, que rompan los estereotipos sobre las mujeres y que nos presenten como agentes de cambio y no sólo como víctimas o como carne de venta
  Conclusión Los medios de comunicación masivos invisibilizan las afectaciones y conflictos que producen los proyectos extractivistas, así como las voces de las y los afectados que defienden el territorio. Además de reproducir estereotipos, generan relatos racistas, clasistas y sin perspectiva de género que discriminan y deslegitiman a quienes representan las luchas. La lucha por la defensa de la tierra y la lucha de las mujeres,  combinadas con la comunicación, tienen una potencialidad maravillosa; nos permiten denunciar este mundo patriarcal y antropocéntrico y enunciar esos mundos que estamos defendiendo y construyendo. Las narrativas que se enfrentan en la lucha por los territorios y en la lucha por el derecho a la comunicación de las mujeres reflejan una “guerra” de civilizaciones. La apuesta de la Sandía Digital es la creación de relatos transformadores.  Relatos que abran el imaginario para un mundo justo para toda, para todo ser viviente, incluyendo a quienes estamos en las periferias del poder: mujeres, pueblos originarios, ecosistemas. Queremos recuperar, habitar y cuidar los espacios de la comunicación, así como defendemos los territorios y nuestros cuerpos. No queremos dos relatos confrontados, sino la posibilidad de escuchar, ver y sentir esa diversidad de historias, que dejen ver nuestras particularidades, pero también nos recuerde lo que compartimos. Esto nos posibilita llevar a cabo ese anhelo de transformación de la realidad al cual apostamos.   Foto : La Sandía Digital  
Notas [1] Declaración Universal de los Derechos Humanos. (1948, 10 décembre). [2] Media Ownership Monitor. “Propiedad de los medios”, dirección URL: https://mexico.mom-rsf.org/es/ (pagina consultada en octubre 2018). [3] Vega Montiel, Aimée  (2014)  “Igualdad de género, poder y comunicación: las mujeres en la propiedad, dirección y puestos de toma de decisión”. Revista de Estudios de Género. La ventana [4] WACC (2015) “¿Quién figura en las noticias?” Proyecto de Monitoreo Global de Medios (GMMP), dirección URL: https://www.cimacnoticias.com.mx/sites/default/files/gmmp_global_report_es.pdf (página consultada en octubre 2018). [5] Vega Montiel, Op. Cit. [6] Chimamanda Adichie (2009). “El peligro de la historia única”, conferencia en el marco del evento TEDGlobal Ideas Worth Spreading, Julio de 2009, dirección URL: http://www.ted.com/talks/lang/spa/chimamanda_adichie_the_danger_of_a_single_story.html  abc

Honduras : Cuerpos y territorios

Texto de Jackie McVicar Fotografias de Louis Bockner. En febrero de 2018, la escritora y activista Jackie McVicar y el fotografo Louis Bockner viajaron a Honduras para documentar las historias de personas en resistencia al gobierno de Juan Orlando Hernández, impuesto de manera fraudulenta, y la crisis "postelectoral" que enfrentaba el país. Cerca de 40 personas fueron asesinadas entre las elecciones de noviembre de 2017 y la toma de poder dos meses más tarde. Hasta la fecha, solo se ha procesado un caso, lo que terminó con la captura de un oficial de policía, acusado del asesinato de un joven de 16 años que fue asesinado a tiros en su camino a la iglesia. Hablando con más de 50 personas en una semana, la mayoría en las regiones del norte y oeste del país, quedó claro que la crisis postelectoral era solo parte de una situación crítica más grande que el país había estado enfrentando desde al menos el golpe de Estado del 2009. Todos los días, cientos de hondureñxs, impactadxs por políticas neoliberales impulsadas por intereses económicos canadienses y de otros países que ponen en riesgo sus vidas y sus medios de vida, se ven obligadxs a huir de la crisis. Miles enfrentan el gran riesgo de emigrar y buscar refugio porque en Honduras no ven ningún futuro. Lxs visionarixs, líderes, organizadxres de las comunidades, como lxs que entrevistamos, que valientemente forman parte de la resistencia, se ven obligadxs a elegir entre su lucha y su sobrevivencia. Sus cuerpos, sus territorios están bajo ataque. Aquí van unos retratos de estos encuentros. Retratos de cinco mujeres: retratos de resistencia, de determinación feroz y de coraje incomprensible frente a un sistema que no tiene lugar para ellas.   Albertina López Melgar Planes, Terrena Blanca “Nosotros, las comunidades aquí, nos organizamos para defender nuestros bienes naturales,” dice Albertina López Melgar, mujer organizada desde el Movimiento Amplio para la Justicia y la Dignidad (MADJ).  “Ha sido una experiencia de muchas alegrías, de muchas tristezas. Hemos vivido de todo. Nosotros hemos apostado aquí, defendiendo nuestro territorio, que no se contamine el agua.” Albertina y miembros de su comunidad en el sector Pajuiles han estado en resistencia a un proyecto hidroeléctrico propuesto en la Cordillera Nombre de Dios y el rio Mezapa por más de un año y medio a través del “Campamento digno para el agua y la vida”.  Albertina, con seis meses de embarazo, fue detenida violentamente por la policía por 16 horas antes de que la dejaran libre con el apoyo de sus abogados. Mas de 20 personas de la comunidad han sido criminalizadas y muchas más reprimidas violentamente por fuerzas de seguridad del Estado hondureño, respondiendo a los intereses de la empresa Hidrocep y su dueño Jason Hawit. Otras han sido secuestradas y asesinadas, hechos no investigados ni castigados. Con el apoyo de MADJ, han puesto recursos legales para frenar el proyecto, pero el empresario, empoderado por el respaldo del estado, ha hecho todo lo posible para seguir adelante con el proyecto. “En nuestro país, las instituciones que nos representan no están representando el pueblo, están representando los intereses económicos de grandes empresas que no nos traen desarrollo. Es para un pequeño grupo que traen desarrollo económico. Para nosotros, solo traen destrucción.” Aun así, Albertina y el Campamento digno siguen en pie de lucho. “Una experiencia de lucha muy bonita por las comunidades, la unidad de las comunidades. Ver cómo, cuando hay una alerta se hace el llamado y la gente viene... la gente está aquí. Atenta. Alerta. Porque estamos conscientes y estamos decididxs a luchar por nuestro territorio.”   Gloria Orellana Agua Blanca Sur “Lo único que nos quede es luchar y luchar y luchar. Tiene que ser permanente. Porque lucha que no se pelea es lucha que se pierde.” Para Gloria Orellana, la crisis actual que vive Honduras tiene mucho que ver con el golpe de estado en 2009. “A través de lo que paso en 2009, hemos llegado a entender que nuestra soberanía, nuestro territorio que nos pertenece, ha sido despojado. Nos han venido violentando nuestro derecho, pero aquí estamos. Estamos luchando para que nuestros derechos sean respetados.” Gloria has sido parte activa del movimiento social; habla de su participación en la lucha para la reforma agraria, la soberanía vial, acceso al agua, la educación y salud pública; luchas por lo cual ella y otras han sufrido muchas agresiones por la policía militar. “Recordemos que estamos haciendo una lucha contra el sistema. Un sistema patriarcal que solo beneficia a los ricos.” “Ahí vamos caminando, porque sabemos que ahorita con este posgolpe electoral, con el gobierno que esta acá, él no se preocupa por lo que es los bienes comunes y el pueblo. A él no le conviene nada lo que nos conviene como ciudadanos.” El gobierno de Juan Orlando Hernández retomo el poder a finales de enero 2018 después de un proceso electoral marcado por ilegalidades, fraude y violencia estatal. Igual como después del golpe de estado de 2009, el gobierno canadiense reconoció y apoyó los resultados contestados de las elecciones. Asi, legitima al gobierno represivo para que tome las acciones necesarias para mantener su poder a través de instituciones estatales que provocan inseguridad y políticas represivas que convierten a los que defienden sus derechos en delincuentes u objetivos de violencia. “Cuando reclamamos nuestro derecho y reclamamos lo que el gobierno tiene la obligación de darnos, lo único que nos dan es represión y muerte. Esto es lo que nos dan.”   María Carmela Caballeros Azacualpa “Aquí tengo hermanos y yo no estoy de acuerdo que los sacan.” Maria Carmela Caballeros habla rápido y con convicción. “Están mis suegros, cuñados y no estamos de acuerdo que los quitan de aquí.” La mina San Andrés es una mina de oro a cielo abierto que pertenece a la compañía Aura Minerals, con sede en Toronto. En agosto de 2009, unas semanas después del golpe de estado respaldado por los militares que derrocó al presidente Mel Zelaya, Aura Minerals adquirió la mina y comenzó su expansión en medio de la agitación social y política. Hoy, lo único que se interpone en el camino de la expansión continua de Aura Minerals, la cual vería a toda la comunidad de Azacualpa desplazada y reubicada, es un pequeño cementerio en la cima de una colina, lleno de oro. “Es un cerro que queremos defender tanto los muertos como los que estamos vivos.” Según el informe de 2016 sobre la Ley de Medidas de Transparencia del Sector Extractivo (ESTMA), Aura Minerals pagó al gobierno de Honduras un impuesto de seguridad del 2%, equivalente a $ 2.48 millones de dólares estadounidenses. El impuesto estaba consagrado en la Ley de Minería de Honduras de 2012, en el desarrollo de la cual Canadá desempeñó un papel importante. En 2016, Aura Minerals se embarcó y se registró en las Islas Vírgenes Británicas y ya no se considera una compañía canadiense. Al mismo tiempo, Canadá brindó apoyo diplomático y político a la compañía durante años, además de los anteriores propietarios canadienses de la mina. Ir “offshore” o vender minas después de que haya implicaciones de violaciones graves de los derechos humanos es una táctica común que emplean empresas mineras canadienses para escapar a las acciones económicas y judiciales contra ellas.   Dilma Consuelo Soto Tribu Francisco del pueblo Tolupan, Departamento Yoro “Estamos en la defensa de nuestro territorio porque las tierras han sido acaparadas por los terratenientes. Estamos en la defensa del bosque porque las empresas siguen explotando la naturaleza.” Consuelo y su comunidad indígena comenzaron su lucha para proteger sus tierras, árboles y sus aguas en 2002. En 2013, Ricardo Soto Fúnez, María Enriqueta Matute y Armando Fúnez Medina fueron asesinadxs por sicarios que trabajan en una empresa minera en la zona. En 2015, Luis de Reyes Marcía, esposo de Consuelo, fue asesinado a tiros por su activismo. Hoy, Consuelo continúa enfrentando tremendos riesgos por su liderazgo abierto. “Hay tantas empresas en nuestro territorio. Como nosotros, indígenas, somos abandonadxs también por el gobierno. El gobierno desconoce nuestro pueblo Tolupan.” Dilma Consuelo habla de las enfermedades que viven los niños, la falta de atención medica – hay un centro médico y no siempre está abierto,  poniendo el riesgo la vida de los que se enfermen – dado la poco importancia acordada a su comunidad por el Estado. “Me siento indignada.” “Nosotras, las mujeres, hemos empezado a organizarnos porque hay tanta destrucción que vemos. Lo que manifestamos pacíficamente, lo hacemos con un amor al pueblo.”   Karen García Durugubuti - San Juan Tela “No somos partidarias de la injusticia y esto es lo que estamos viviendo hoy en día en nuestro país,” dice Karen García, coordinadora de la Organización Esperanza de la Mujer Garífuna y miembra de Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH). Comunidades garífunas [1] en la costa norte de Honduras viven violencia a raíz del racismo estructural. En Durugubuti (también conocido como San Juan Tela), la llegada de empresas bananeras, luego de empresas agrocombustibles como Palma Africana, y hoy día, compañías de turismo, en su mayoría canadienses, las desalojan violentamente de sus tierras y aguas ancestrales. “En la mayoría de las comunidades garífunas, hay compañerxs que están siendo perseguidxs. Algunxs están perseguidxs por los militares y otrxs que están siendo perseguidxs por terratenientes puesto a la problemática que tenemos con nuestras tierras. Nuestro enemigo siempre es el estado. Porque él es el que otorga a terceros hacer ocupaciones de las tierras de nosotros, los Garífunas.” En marzo 1937, 19 personas garífunas fueron masacradas en Durugubuti. Mujeres y jóvenes fueron violadas y las casas fueron saqueadas en un ataque promovido por el partido nacional. Nunca hubo una justicia integral en este caso y la misma violencia estatal continua hoy a través de políticas económicas que amenazan. Las Zonas de Empleo Desarrollo Económico (ZEDE), mejor conocidas como las “ciudades modelo”, amenazan a comunidades garífunas con desplazarlas. “Son empresas de todos lados que nos perjudican como comunidad garífuna, puesto de que todos los proyectos que traen necesitan ubicarles en la orilla de la playa.” Randy Jorgenson, un canadiense que hizo su fortuna a través de su cadena de tiendas de películas pornográficas, ha sido uno de los impulsores más feroz del despojo violento de territorio garífuna para el desarrollo de proyectos turísticos. Ha usado chantaje, amenazas y acción judicial arbitraria para poner freno a la resistencia; luego vende la costa norte de Honduras a canadienses jubilados. “Entre todas, tenemos que solidarizarnos.”  
Notes [1] Lxs Garífunas, pueblo caribeño, son el resultado del mestizaje entre esclavos africanos fugados e indígenas calliponas en la isla de San Vicente; fueron deportados a la costa centroamericana a finales del siglo XVIII. [ndlr]abc