Exilio

En un gemido evoco las montañas, en un gemido les pedí compasión. Esas enormes alturas si saben, vieron cómo se los llevaban para aniquilarlos, como los llamaban uno a uno para destrozarlos, hasta vencer sus fortalezas, hasta terminar con sus lealtades y con sus ambiciones… se los llevaron.

Les mostraron el humo de los pasillos, sus gritos se transformaron en ecos. Se escribieron en diarios y revistas. Algunos se fueron con sus maletas de cuero usado, con sus ternos grises de invierno. Incansables esperaron en las filas de los aeropuertos, se convirtieron en tumulto.

Sus cuerpos comenzaron a oler a destierro, judíos, españoles, pueblos. Olor a paquetes olvidados, a empanadas añejas, palabras repetidas, llanto de niños abandonados.

Yo también comencé a impregnarme. Llene papeles interminables, interpele a mis hijos, los hice sentarse al final de una escalera de cemento, en silencio, les dije que un autobús pequeñito vendría por ellos, que no olvidaran sus cuadernos, apenas alcance a pasarles la mano por el pelo.

Y ellos lloraron, suplicaron, me pidieron volver a la otra casa, la nuestra. Les enseñe a ser fuertes, a cerrar los puños…

Si alguien les habla, no contesten. Si alguien los agrede, se defienden. No pasar. Esta prohibido.

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